La Ferdinanda, al igual que las otras villas de los Medici, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2013.
Al llegar al hermoso pueblo de Artimino, se abre a la vista un espectáculo majestuoso: en la colina frente al pueblo, y unida a él por una pintoresca avenida arbolada, se encuentra en una posición panorámica la espléndida villa, encargada por el Gran Duque Ferdinando I de' Medici, de quien toma su nombre: La Ferdinanda. En la jerga local se llama Villa de las Cien Chimeneas, ¡por la cantidad de chimeneas que hay en su tejado! De hecho, parece que Fernando I padecía gota, por lo que necesitaba mucho calor. El arquitecto del Gran Duque, el florentino Bernardo Buontalenti, la hizo construir en sólo 4 años, de 1596 a 1600. Nació como un pabellón de caza (el parque de la villa, llamado Barco Reale, era el pabellón de caza de la familia) y luego se convirtió también en un lugar dedicado a las artes y al ocio humanístico.

El edificio tiene planta rectangular, la fachada se caracteriza por baluartes que sugieren la imagen de una fortaleza y por la escalera que conduce al primer piso, construida en 1930 por el arquitecto Enrico Lusini, según un boceto de Buontalenti. El aspecto militar desaparece en la logia y en los interiores, donde las salas están ricamente decoradas con frescos de Domenico Cresti conocido como Passignano y Bernardo Poccetti. En la planta baja se encuentran las bodegas y la sala de armería. Junto a la villa, la elegante estructura de la Paggeria Medicea alberga hoy un hotel.

A lo largo de los siglos, la villa ha acogido a personajes ilustres, como Galileo Galilei, que fue llamado para actuar como tutor de Cosimo, el hijo del Gran Duque. Leonardo da Vinci también frecuentaba la propiedad de los Medici; prueba de ello es la presencia, en la antigua cocina de las bodegas, del asador construido según su diseño.

La villa, un lugar popular para eventos y ceremonias, se puede visitar previa reserva.