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Batán de Coiano Una joya medieval, un tejido de historias milenarias que preserva los secretos del antiguo proceso de producción de la lana

El Batán de Coiano, antigua fábrica de origen medieval, ha desafiado el paso del tiempo y ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de su dilatada trayectoria en el arte de la elaboración de la lana.

De estas estructuras nació la tradición de los textiles cardados, una excelencia del distrito de Prato. Desde finales de la Edad Media, una compleja red de canales de agua, conocidos como "gore", ha hecho posible la creación de estas productivas fábricas. A pesar del paso de los años, el interior del edificio aún conserva la esencia del pasado, con las máquinas desvelando los secretos del antiguo proceso de producción.

El Batán de Coiano representa un precioso ejemplo de arqueología industrial de Prato, que mantiene intacta la estructura completa de los artefactos hidráulicos (molino, margone y tomas de suministro) y del proceso de producción, con maquinaria, poleas y árboles de transmisión. Estas máquinas estaban impulsadas por dos turbinas hidráulicas, impulsadas por la poderosa corriente del río Bisenzio gracias a un complejo sistema de canalización de agua, en el que participaban los canales y el Cavalciotto, una compleja estructura de desvío de agua en el Bisenzio. En los batanes, la energía hidráulica ponía en movimiento los marcos de troncos, una especie de martillos, que trituraban los trapos o fibras animales, en un proceso llamado "follatura", que confería al tejido mayor compacidad e impermeabilidad. A continuación, la lana se trataba con una arcilla especial llamada "terra follona", conocida por sus propiedades de fieltro, y esta arcilla se extraía de Poggio de Monte Ferrato, en la zona de Galceti, de donde parece derivar el nombre del lugar. Gracias a esta técnica, los laneros de Prato se especializaron en las actividades textiles que aún hoy caracterizan la zona.

Los primeros testimonios del Batán de Coiano se remontan al siglo XII, hacia 1180, cuando era un molino de propiedad de la iglesia parroquial de San Esteban de Prato. Posteriormente pasó a manos de la familia Naldini, quienes lo convirtieron en batán. Hasta hace unas décadas, el Batán de Coiano todavía estaba en pleno funcionamiento, pero en la década de 1990 dejó de funcionar. Sin embargo, el edificio aún conserva intacta su fascinante estructura productiva, con las majestuosas máquinas que dan testimonio de la arqueología industrial de Prato. Hoy, bajo la custodia del Ayuntamiento, que ha pasado a ser su propietario, el batán está listo para renacer gracias a una cuidada restauración.

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